Una vida intencionada es una vida productiva.

Pienso que, en la práctica, tenemos 2 formas de funcionar: intencionadamente o por defecto. En la primera tenemos elección, y en la segunda la hemos perdido.

Cuando vivimos fusionadas con nuestra mente y confundidas con ella, creamos una vida por defecto, una vida que no estamos escogiendo verdaderamente sino una vida que estamos reproduciendo desde nuestros patrones mentales.

Sin embargo, cuando al fin comenzamos a aclarar la confusión mental, a darnos cuenta de quiénes realmente somos, y a ver nuestra mente como un instrumento valioso que nos permite experimentar esta vida humana, comenzamos a recuperar ese poder innato, ese poder con el que nacimos y que nunca hemos perdido sino más bien olvidado: nuestra capacidad de elegir.

Recuperar nuestra capacidad de elegir significa recuperar nuestra capacidad de crear una vida intencionada, una vida sintonizada con nuestra auténtica voz interior, una vida alineada con nuestras verdaderas necesidades, deseos e intereses. 

Una vida en la que vamos dejando atrás todo eso que no nos está sirviendo y no nos aporta en nuestra vida actual, para concentrar nuestros recursos en aquello que verdaderamente deseamos y es un aporte en nuestra vida ahora.

Vivir una vida intencionada es un estilo de vida, una forma de vivir en la que, cuando me pierdo en la confusión de mi mente, vuelvo a darme cuenta de que me he perdido, vuelvo a sintonizar con mi voz interior, y vuelvo a alinear mi actuar con esa voz.

Cuando vives una vida intencionada, al fin logras vivir una vida realmente productiva, una vida en la que tu actuar está en verdadera sintonía contigo misma, con tus verdaderas necesidades, deseos e intereses, con lo que es valioso para ti en cada momento y en cada temporada. 

Una vida en la que entiendes por qué estás haciendo lo que estás haciendo, y te sientes en paz con ello.

Esta idea es un componente central de mi propia filosofía de vida: una vida intencionada es una vida productiva. 

Sin embargo, pienso que socialmente hemos empobrecido el concepto de productividad al reducirlo a la idea de rendimiento, de hacer o conseguir más en menos tiempo.

Porque la productividad no se trata de hacer o conseguir cosas por el sólo hecho de conseguirlas, ¿no? Se trata de qué estamos haciendo y de qué cosas estamos consiguiendo, de cuán valioso es eso para nosotr@s en este momento. 

Y además, la productividad no sólo se trata de lo que hacemos, sino también de lo que pensamos, de cuáles son esas ideas que regularmente rondan por nuestra mente… porque nuestros pensamientos determinan nuestras emociones, y nuestras emociones impactan significativamente en nuestra forma de actuar.

Nuestra forma de pensar y nuestra forma de actuar están íntimamente relacionadas, y por ende, ambas tienen que ver con el concepto de productividad.

Querida colega, cuando aprendes a vivir una vida intencionada, realmente te vuelves una persona productiva, una persona que va por la vida actuando en sintonía consigo misma, entendiendo por qué hace lo que hace, y sintiendo profunda satisfacción por ello.

Te invito a seguir profundizando en esta idea conmigo, a compartir tus pensamientos y reflexiones en torno a esto, y a embarcarnos en una vida productiva juntas.

Si te animas, cuéntame en los comentarios: ¿Estás dispuesta a escoger una vida productiva como tu propio estilo de vida? ¿Qué piensas sobre esta idea?

Estaré encantada de leerte a ti también.

Con aprecio,

Marcela Paz

P.D. Si bien esta forma de entender la productividad es un componente central de mi propia filosofía de vida, aún no te he explicado el segundo componente (igual de importante) que cierra esta filosofía. 

En el próximo post te invito a conocer sobre esto, y además te invito a algo muy especial.

¡Hasta el próximo post!